Nieve
ebrero de 1936
Panorama del norte:
mil li sellados por el cielo,
diez mil li en que la nieve flota.
A cada flanco de la Gran Muralla,
blanca vastedad.
De arriba abajo, el gran río
ha perdido de pronto su tumulto.
Danzan las montañas, serpientes de plata,
elefantes de cera, avanzan las tierras altas,
intentando medir su estatura con el cielo.
En días de sol,
vestida de blanco y adornada de rojo, veréis la tierra
aún más hermosa, más cautivante.
Tierra tan rica en belleza que incontables héroes la honraron a porfía.
Lástima que a Chin Shi Juang y Jan Wu Ti
les faltara lustre literario, que Tang Tai Tsung y Sung Tai Tsu
tuvieran magro don poético.
Hijo predilecto del Cielo en su momento,
Gengís Khan
sólo entendía de cimbrar su arco contra el águila gigante.
Todo eso es pasado, es ido.
Para encontrar a los héroes de veras
hay que poner los ojos en nuestros propios días.
Panorama del norte:
mil li sellados por el cielo,
diez mil li en que la nieve flota.
A cada flanco de la Gran Muralla,
blanca vastedad.
De arriba abajo, el gran río
ha perdido de pronto su tumulto.
Danzan las montañas, serpientes de plata,
elefantes de cera, avanzan las tierras altas,
intentando medir su estatura con el cielo.
En días de sol,
vestida de blanco y adornada de rojo, veréis la tierra
aún más hermosa, más cautivante.
Tierra tan rica en belleza que incontables héroes la honraron a porfía.
Lástima que a Chin Shi Juang y Jan Wu Ti
les faltara lustre literario, que Tang Tai Tsung y Sung Tai Tsu
tuvieran magro don poético.
Hijo predilecto del Cielo en su momento,
Gengís Khan
sólo entendía de cimbrar su arco contra el águila gigante.
Todo eso es pasado, es ido.
Para encontrar a los héroes de veras
hay que poner los ojos en nuestros propios días.
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