Socialismo utópico y socialismo científico


El SOCIALISMO UTÓPICO y el SOCIALISMO CIENTÍFICO
Bescherevnij.
Editorial Progreso
«Todo el desarrollo tanto económico como político de las sociedades contemporáneas y toda la experiencia del movimiento revolucionario y de la lucha de las clases oprimidas han confirmado cada vez más la justeza de las ideas marxistas»
V.I. Lenin (1870-1924)
El mérito de haber descubierto las leyes del desarrollo de la sociedad humana corresponde a Marx y Engels, que crearon la teoría del materialismo histórico. Las tesis de que arranca esta teoría son: la sociedad se desarrolla de conformidad con leyes objetivas, independientemente de los deseos y la voluntad de los hombres, y la base de ese desarrollo es el progreso de la producción.
En la producción social de su vida –decía Marx–, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual” (Prólogo de «Contribución a la crítica de la Economía política», 1859).
A la luz de la teoría de Marx, el socialismo aparece como un resultado ineluctable del proceso objetivo de desarrollo de la sociedad. De esta forma, la condenación del régimen social injusto es sustituida con la comprensión de las leyes y perspectivas del desenvolvimiento de la sociedad (V.I. Lenin, «Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas», 1894). Mas si es así, surge una pregunta: ¿por qué es ineluctable la sustitución del capitalismo con la formación socioeconómica comunista, cuya primera fase denominamos socialismo?
Marx dio una respuesta exhaustiva a esta pregunta. Sometió a un riguroso análisis científico la formación socioeconómica capitalista y estableció que, en virtud de las leyes internas que le son inherentes, en la sociedad capitalista se desarrollan las fuerzas que, en resumidas cuentas, conducirán a la desaparición de esta formación y al surgimiento de una forma nueva, superior, de organización social: la formación socioeconómica comunista.
La anarquía de la producción, el desempleo, las crisis, el crecimiento de la miseria en un polo y de la riqueza en el otro, son acompañantes inevitables del capitalismo.
Todas estas lacras del capitalismo son consecuencia de las relaciones sociales basadas en la propiedad privada de los medios de producción, son resultado de la contradicción, cada día más profunda, entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación, inherente a la esencia misma del modo de producción capitalista. De ahí dimana una conclusión incontestable: es imposible “curar” al capitalismo, es imposible “corregirlo”, es imposible hacerlo “próspero” y exento de lacras. Sólo hay un medio de acabar con las lacras del capitalismo: suprimir el propio modo de producción capitalista.
Concepción científica
Pero precisamente en esa dirección actúan también los procesos objetivos que tienen lugar en la sociedad capitalista. Bastará con señalar, aunque sólo sea, el carácter social de la producción, su creciente grado de socialización en el capitalismo. En la producción de cualquier cosa participa un número extraordinario de personas; pero esta cosa, este producto del trabajo de muchas personas, se convierte en propiedad de una sola: del dueño de la fábrica, la mina, etc. La necesidad económica de que la forma de apropiación corresponda al carácter social de la producción se abre paso imperiosamente superando todos los obstáculos.
Así pues, en la teoría socialista, al transformarse en una ciencia, demostró que son inevitables la supresión del capitalismo como sociedad basada en la propiedad privada, y el triunfo del socialismo. La concepción científica de la historia, que permitió considerar ésta como un proceso regular de desarrollo de la sociedad, y la doctrina económica de Marx, que puso al desnudo la esencia de la explotación capitalista y mostró cómo prepara el capitalismo con su propio desarrollo las condiciones de su aniquilamiento, transformaron la utopía socialista en teoría socialista.
Debe tenerse en cuenta, además, otra circunstancia muy importante. Es cierto que la historia se desarrolla de acuerdo con las leyes objetivas, independientes de la voluntad del hombre. Pero eso no significa en modo alguno que todo lo que ocurre en ella se produzca de una manera automática. La historia se diferencia de la naturaleza precisamente en que sus leyes sólo pueden realizarse a través de la acción de los hombres. Y surge una cuestión: ¿cómo es posible prácticamente instaurar el socialismo?
En primer lugar, es evidente que no todos los hombres están interesados en que se establezca un nuevo régimen social. Las clases dominantes tratan, precisamente, de conservar el viejo régimen. Por eso, la tarea consiste, como decía Lenin, en “encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y organizar para la lucha a las fuerzas que puedan –y, por su situación social, deban– formar la fuerza capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo” («Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo», 1913).
Esa fuerza es el proletariado, los obreros industriales de nuestro tiempo. ¿Por qué precisamente el proletariado? Porque es la clase que más sufre en la sociedad capitalista; porque, desprovisto de propiedad, no está interesado en conservar esa sociedad y no tiene nada que perder más que sus cadenas; porque, por último, es la clase más estrechamente vinculada a las formas más avanzadas de organización de la producción.
Por supuesto, la clase obrera no lucha sola por su liberación, sino en alianza con todos los oprimidos y explotados. La lucha por hacer triunfar el socialismo puede verse coronada con el éxito si la sostiene la clase obrera, apoyándose en sus aliados. Al reproducir constantemente a la clase obrera, la burguesía prepara su propio sepulturero. La deducción referente a la misión histórica del proletariado, como clase llamada por la propia historia a suprimir la sociedad capitalista, remata dignamente el edificio del socialismo científico.
Lucha de clases
¿Por qué caminos y con qué medios puede el proletariado cumplir su misión histórica? Para responder a esta pregunta debemos remitirnos a la doctrina de Marx, Engels y Lenin sobre la lucha de clases. Esta doctrina constituye una de las diferencias más importantes entre el socialismo científico y el socialismo utópico.
El socialismo no es un buen deseo ni un ideal abstracto, útil para todos y cada uno, del hermoso futuro. No. El socialismo es producto y resultado de una tenaz lucha de clases. Sin derrocar el poder de la burguesía son imposibles en general las transformaciones o, si se efectúan, no tendrán nada de socialista. Y las ideas contrarias a esto son profundamente utópicas, como lo demostró Lenin de manera muy convincente, entre otras cosas, con la experiencia del movimiento revolucionario ruso (véase, por ejemplo, sus artículos «El programa agrario de la socialdemocracia en la primera revolución rusa de 1905-1907» y «Del populismo al marxismo»). “Los sueños socialistas –dijo– se transformaron en lucha socialista de millones de seres únicamente cuando el socialismo científico de Marx vinculó las aspiraciones transformadoras a la lucha de una clase determinada. Fuera de la lucha de clases, el socialismo es una frase vacía o un sueño ingenuo” («Socialismo pequeñoburgués y socialismo proletario», 1905).
De ahí que el desarrollo por todos los medios de la lucha de clases, la cohesión de las fuerzas capaces de acciones resueltas contra la burguesía, la preparación de la revolución socialista y su realización sean los únicos caminos reales y posibles del triunfo verdadero del socialismo.
Tales son, expuestas en líneas muy generales, las diferencias entre el socialismo científico y el socialismo utópico. Todas las ventajas están de parte de la ciencia. Y la mejor confirmación de ello es la propia historia.

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